En
las últimas semanas hemos visto al ministro Arias Cañete recomendar las duchas
de agua fría como medida de ahorro, al Banco de España plantear suprimir el
salario mínimo interprofesional y a la ONU aconsejar comer insectos para
combatir el hambre en el mundo.
Todas estas
ideas-declaraciones-propuestas tan peregrinas no dejan de ser coherentes con el
mensaje de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades; mensaje que llevan
tiempo tratando de grabar a fuego en el subconsciente colectivo. ¿Qué es eso de
ducharse con agua caliente? ¿Cómo se nos ocurre “disfrutar” de sueldos por
encima de los 645,30 euros mensuales? ¿Sabían ustedes que una ración de
cucarachas a la plancha aporta más proteínas que un bistec?
Pero analicemos mejor cada una de
esas propuestas.
1. Respecto
a las duchas con agua fría: si tenemos en cuenta que tanto la luz como el gas
están grabados con un IVA del 21% y el agua con un 10… quizás aún tengamos que
dar gracias de que el agua no la consideren un recurso fiscal con el que
sufragar al Estado.
2. El
salario mínimo interprofesional: Tenemos uno de los SMIs más bajos de la zona
euro y países como Francia (cuya productividad nadie pone en duda) o incluso la
rescatada, subrayaremos esto último, rescatada Irlanda doblan al
español. Por otro lado, sus tasas de desempleo son ridículas en comparación a
la española. Cabe preguntarse si los empresarios de nuestro país no pueden, no
quieren, o no saben generar empleo. Eso sí, bajando los salarios el tema de las
duchas de agua fría dejaría de ser una opción de ahorro y se convertiría en rutina
obligada para todo aquel que quisiera llegar a fin de mes.
3. Comer
insectos: La ONU vendió recientemente esta idea basándose en la falacia de que,
en caso contrario, de aquí a unos años, no se llegaría a producir alimento
suficiente para toda la población. Si tenemos en cuenta que, actualmente, la
producción mundial de alimentos dobla las necesidades reales, el problema no es
(ni será) de producción, sino más bien de mantenimiento de precios y
especulación pura y dura. Cantidades ingentes de comida son tiradas a la basura
antes incluso de ponerse a la venta y un altísimo porcentaje caduca en los
estantes de los supermercados de medio mundo.
Queda bien patente que las clases
dirigentes quieren una clase trabajadora empobrecida y en condiciones laborales
de semiesclavitud. Aquello de que las nuevas generaciones van a vivir peor que
sus padres se ha quedado corto; buscan un regreso al Medievo. El sistema
capitalista ha atravesado una crisis (no seamos ingenuos; para las grandes
corporaciones la crisis no fue más que un mal resfriado superado hace años) que
ha aprovechado para atacar los derechos y libertades de los trabajadores.
Vernos obligados a luchar por una
ducha fría, un chusco de pan y un salario no ya digno, sino ridículo, indica
que estamos perdiendo. Hay que revertir esta situación. Somos los trabajadores
y trabajadoras los que generamos la riqueza. Si no generamos también la lucha
por nuestros derechos nadie lo hará.